La esquizofrenia
afecta en el mundo a uno de cada cien habitantes, cifra que representa un
costo social y económico importante.
La persona afectada
de este trastorno, debido a la incapacidad que produce pierde gran parte de su
vida productiva y su entorno familiar también sufre las consecuencias,
principalmente en los episodios de crisis que muchas veces exigen hospitalizar al paciente.
Aunque la
esquizofrenia siempre se ha considerado una patología biopsicosocial, aún no se puede saber hasta
qué punto incide cada uno de estos factores.
Antiguamente se
consideraba al paciente esquizofrénico, alguien poseído por los demonios; pero
con el avance científico y el desarrollo tecnológico actualmente es considerada una
enfermedad del cerebro.
La teoría
psicoanalítica pone énfasis en la importancia del ambiente, de la familia y de los vínculos desde el nacimiento como factores desencadenantes de
esta enfermedad; y la teoría genética considera a la herencia como factor
predisponente pero no determinante. a pesar de que aún no se ha encontrado un
gen específico de esta patología y que solamente un 45% de gemelos monocigóticos
padecen la enfermedad.
La controversia
sobre la incidencia de factores ambientales y genéticos en la esquizofrenia aún
continúan, mientras tanto surge la teoría del neurodesarrollo, que tiene en cuenta anomalías físicas, neurológicas y otras alteraciones que puede sufrir el feto durante
el segundo trimestre de vida, que es el período crítico para el desarrollo del
cerebro; debido a trastornos nutritivos, a la falta de oxígeno, al calor o a la respuesta
inmunitaria de la madre debido a factores infecciosos, virus, toxoplasmosis, etc.
Esta es la teoría que se sostiene con mayor insistencia. El efecto de una
infección virósica sobre el cerebro del feto, más la respuesta inmunológica de
la madre podría explicar la posible etiología genética e infecciosa de esta
enfermedad.
Malena Lede –
Psicóloga
Fuente: “Origen
Prenatal de la esquizofrenia”; Segundo Mesa Castillo, Hospital Psiquiátrico de
la Habana. “Mente y Cerebro” Investigación y Ciencia; No.48/2011
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