Existen ciertas
aplicaciones en Internet que pueden provocar adicción, una de ellas son los
videojuegos.
Como toda
innovación, resulta revolucionaria, pero por otro lado, los videojuegos pueden
resultar peligrosos y provocar adicción.
Las más riesgosas
son las aplicaciones sociales basadas en modificar la identidad, o sea, la posibilidad
de vivir la experiencia artificial de ser otro.
Es importante saber
que cuanto más rápida sea la respuesta que se obtenga a través de la red más
mayor será su poder reforzador de la conducta y más alta la posibilidad de
adquirir una adicción.
Al permitir la
posibilidad de modificar la identidad, estas aplicaciones permiten a los
participantes desinhibirse frente a los desconocidos y brindarles la
posibilidad de vivir experiencias e interactuar con otros en un mundo virtual.
En estos casos, el
jugador crea un personaje que puede arriesgarse a vivir experiencias
peligrosas, arriesgar su vida, pelear con potenciales personajes, participar de
aventuras, etc.
Los video juegos más
populares cuentan con millones de subscriptores que tienen que pagar para
participar.
La posibilidad de
alterar la propia identidad puede ser tan adictiva como lo es el dinero en los
juegos de azar, porque brinda la oportunidad de atreverse a mostrarse más
auténtico que en la vida real.
Estos
entretenimientos virtuales pueden alterar la conciencia y hacer que el jugador
entre en estado de trance con sólo hacer un clic en el teclado.
En una sociedad que
no facilita los vínculos humanos cara a cara, que exige esfuerzos, que produce
frustración y depresión en muchos adolescentes, el mundo virtual ofrece la oportunidad
de bajarse de este mundo y entrar en otra dimensión en la que
puede pertenecer a un grupo y participar, de ser como quiere ser, de liberarse
de sus complejos, y sin ningún esfuerzo, hacer que todos sus deseos se hagan
realidad.
Los juegos en línea
son armas de doble filo, por un lado le permiten a un individuo socializar y
vivir una fantasía sin frustraciones, pero
por otro pueden producir adicción y acentuar los supuestos defectos y
limitaciones de quienes participan.
En los países
asiáticos, donde el desarrollo de esta tecnología está más avanzado, este tipo
de patologías corre el riesgo de convertirse en una epidemia.
Malena Lede –
Psicóloga
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