El alcohólico
crónico difícilmente concurre a la consulta profesional con la intención de
curarse de su hábito; por lo general, más bien se ve obligado a hacerse tratar cuando
las presiones de su medio familiar o laboral, amenazan con volverse insostenibles.
Los primeros
síntomas psicológicos del alcoholismo crónico se manifiestan en las modificaciones
del carácter; el individuo se vuelve celoso, irritable e iracundo en forma frecuente, muy sensible
emocionalmente y de humor inestable, predominando los períodos de depresión.
Al mismo tiempo
aparecen algunos trastornos psíquicos, como menor
rendimiento y alteraciones de la atención y de la memoria; pero sus funciones
intelectuales y capacidad de juicio pueden permanecer intactas mucho tiempo.
En su vida afectiva se agudizan sus tendencias
egoístas y pierde gran parte de su responsabilidad y de su sentido moral, Se
vuelve despreocupado e indiferente con su familia pero a la vez es capaz de
fingir sinceros sentimientos de arrepentimiento con falsos juramentos.
Por la mañana
despierta con humor depresivo y agresivo y aumento del temblor, molestia que
disminuirá después de su primera ingestión de alcohol.
Este cuadro de
ansiedad volverá a aparecer al final del día después de los avatares de la
jornada y también en la noche si sufre de insomnio o de pesadillas.
Los trastornos
físicos son muy importantes, ya que el alcoholismo es la adicción que más
destruye los órganos. Gastritis, úlceras gastro duodenales, diarreas crónicas y
agrandamiento del hígado.
La insuficiencia
hepática crónica, los trastornos cerebrales, el temblor de las manos y de la
lengua, los dolores y hormigueo de las extremidades, la hipertensión arterial y
los signos de insuficiencia cardíaca progresiva son los trastornos más comunes
que suelen padecer los alcohólicos crónicos.
El delirio
alcohólico subagudo es más frecuente que la forma aguda o delirium tremens, y
se presenta generalmente a la noche bajo la forma de un sueño agitado confuso
que puede desaparecer a la mañana y repetirse por las noches o también hacerse
continuo.
Durante esta fase
el enfermo puede atrincherarse en su casa invadido por sus delirios, pegarle a
su mujer y a sus hijos, salir corriendo a la calle huyendo de enemigos
imaginarios o creyéndose autor de un crimen.
La evolución del
delirio subagudo tiene generalmente una evolución favorable, pero también puede
evolucionar hacia la forma aguda (delirium tremens) o dejar como secuela
trastornos psíquicos que pueden ser transitorios (ideas fijas post oníricas) o crónicos (psicosis alcohólicas).
Malena Lede –
Psicóloga
Fuente: “Tratado de psiquiatría”; Henri Ey
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