Por ahora, para
sobrevivir, los seres humanos tienen que
competir con sus congéneres coleccionando títulos universitarios o destacándose
de algún modo pero con el avance de la tecnología, estamos en el umbral de una
nueva era que nos obligará a competir con computadoras cada día más eficientes
y con robots más eficaces, capaces de realizar todo tipo de tareas mucho mejor
que nosotros, en forma más rápida, más
segura y más perfecta.
Las máquinas no se
cansan, no se enferman, no se toman vacaciones, no cobran sueldo, no hacen
huelga, de modo que ningún ser humano podrá competir con ellas.
Tal vez un aparato no
tenga aún el poder de discernir como un ser humano, pero es cierto que hoy en día, realizan operaciones que pueden
reemplazar a muchas personas.
¿Qué pasará cuando
debido a esta revolución tecnológica la gente comience a perder su trabajo?
Pronto se revelará esa incógnita porque eso es algo que ya está pasando en los
países más desarrollados.
En poco tiempo la
computadora cuántica, capaz de realizar tareas hasta ahora inimaginables, será
una realidad y se incorporará al mundo del trabajo sin remedio. Una de las más importantes empresas en
informática ya lanzó un prototipo, que aunque rústico y limitado, puede servir
para ir analizando sus enormes posibilidades.
Para muchos será el
fin del mundo conocido y el inicio de otro mundo mejor, más equilibrado y
justo, pero para otros puede significar una tragedia.
Si las máquinas
reemplazan al hombre deberían abaratarse los costos de todos los productos en
la misma proporción y el personal humano que se necesite será el que tenga esa
vocación, pero trabajará menos horas y tendrá más tiempo libre.
El resto de la
gente es probable que pueda vivir dignamente sin trabajar, de modo que también
los que son muy pobres se beneficiarán, es más, se podrán erradicar los
antiguos motivos de la pobreza.
El tiempo libre
parece ser el gran problema que se deberá resolver en este siglo y el cambio de
valores que eso implica; porque el hombre normal hasta ahora necesita estar
ocupado, tener un trabajo y una razón para vivir.
Estamos
acostumbrados a trabajar a cambio de dinero, sin embargo, es posible que en el
futuro eso se modifique, que el dinero no sea el motivo para trabajar sino el
deseo de hacer lo que a uno le guste.
Hacer lo que a uno
le gusta no se considera un trabajo, sino una diversión placentera, algo que
hace que perdamos la noción del tiempo haciéndolo, que nos gratifique el
espíritu pero que a la vez nos exige elevarnos a un nivel de conciencia más
alto.
Hasta ahora
disfrutamos comprando cosas, tal vez algún día esto cambie y podamos disfrutar
del mismo modo haciendo lo que nos gusta.
No sólo
desaparecerá la pobreza sino la frustración generalizada y las vocaciones
perdidas; por eso, conocerse mejor será prioridad uno y no tanto coleccionar
títulos.
En ese mundo
futuro, se podrá vivir más despacio, saborear la vida de a poco, día a día, sin necesidad de correr, ni de trasladarse de
un lugar a otro, ni de pasar la mayor
parte del tiempo fuera de casa.
Los hijos crecerán
junto a sus padres, aprovecharán los días de sol para salir, disfrutarán del
verano y también de pasar el tiempo perfeccionándose en las cosas que les gusta
hacer por placer.
No necesariamente
tiene que ser el fin del dinero; porque el dinero puede seguir existiendo, no
para acumularlo sino como un estímulo mayor para el que está dispuesto a Ser
quien cada uno Es, o sea la mejor versión de sí mismo.
Malena Lede -
Psicóloga
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