El que más grita no siempre tiene razón - Psicología Malena Lede




Gritar para descargar la furia que provocan las contrariedades, es una forma de canalizar la energía, pero no siempre significa tener la razón.

Las personas que gritan cuando discuten,  están tratando de intimidar a su adversario haciendo escenas, lloran, rompen cosas y a veces hasta se auto flagelan lastimándose seriamente.

Se trata de una forma de dominio y manipulación, cuando las palabras no les parecen suficientes, y se dan cuenta de que están a punto de perder terreno y posiciones.

Los gritos no conducen a nada constructivo pero logran alterar los ánimos, generar reacciones violentas, y convertirse en un hábito difícil de cambiar.

La persona que grita pocas veces es escuchada con atención, al contrario, todos se esfuerzan en intentar entender a quien habla bajo; de modo que cuanto más bajo se hable más atención se recibirá y cuanto más se grite, lo que se diga,  menos interés provocará.

Los gritos alteran a los niños pequeños que luego adoptan el mismo hábito de sus madres o padres. 
Un adulto gritón es como un niño pequeño que intenta atraer la atención  para obtener lo que desea, pero sólo logra intimidar a los que lo rodean.

Un grito es interpretado como una orden, por lo tanto es recibido siempre con recelo y desconfianza y cuando se transforma en la forma común que tiene alguien de reaccionar,  nadie le presta atención.

A veces necesitamos estallar de alguna forma cuando nos suceden cosas que sobrepasan nuestro nivel de tolerancia, sin embargo no es necesario gritar, porque se pueden decir las cosas más hirientes hablando normalmente.

En Japón, existen empresas que disponen de un sector especial para que los empleados y ejecutivos se encierren a gritar y patalear; pueden darle puñetazos a los cuadros con las fotos de sus jefes, patear las paredes y romper cosas y luego volver a la oficina.

El deporte también es una forma de descargar tensiones, salir a correr, jugar al tennis, nadar hasta estar bien cansados.  De esa manera no se tendrá la misma energía para un enfrentamiento feroz ni para defender ninguna opinión al llegar a casa, porque lo único que se querrá hacer es sentarse a descansar.

Cuando la gente está cansada no tiene ni siquiera deseos de hablar, menos aún de generar algún motivo de disputa.

Los gritos no tienen otro valor que amedrentar, porque no llegan a convencer a nadie de nada en particular, pero pueden lograr que el más manso se convierta en una persona violenta.

Malena Lede - Psicóloga