No es tanto lo que haces sino cómo vives lo que haces.
El
disfrute no depende de lo que nos brindan las condiciones externas sino que es una disposición, una actitud interna que se puede adquirir.
Todos
tenemos asignaturas pendientes sin cumplir, pequeños y grandes anhelos,
proyectos que están esperando el momento para realizarse, sin darnos cuenta que la vida pasa más rápido de lo que creemos y que es más tarde de lo que pensamos.
Disfrutamos
de la vida cuando nos sentimos plenos, cuando podemos expresar lo que somos y cuando
somos capaces de concretar nuestros sueños.
Hay
personas que recién se atreven a cumplir sus propósitos cuando una crisis los
golpea y ese dolor se convierte en una oportunidad para transformar sus vidas y comenzar
de nuevo.
Los seres humanos, en este mundo robotizado se vive para trabajar y cada
vez se disfruta menos en las horas libres. Cuando llega el fin de semana muchos siguen trabajando para no sufrir una crisis de angustia por no saber disponer de su tiempo libre..
La
vida en las grandes ciudades nos muestra la paradoja de estar rodeados de gente
pero solos, con pocas chances de encontrar un alma gemela o un buen amigo y
menos aún de integrar algún grupo de personas afines.
La
tecnología nos comunica pero nos aísla atentando gravemente contra las
relaciones cara a cara y el contacto íntimo.
Los
centros de diversión aumentan en la misma proporción que el consumo de
antidepresivos o ansiolíticos.
Todos
estos indicadores nos muestran que ni el avance tecnológico ni la cada vez más
variada gama de diversiones son suficientes para lograr alejarnos de la rutina
y disfrutar del ocio.
A la
mayoría le cuesta aprender a disfrutar de la vida en momentos normales porque para
poder salir de la inercia necesitan haber transitado por una situación crítica
severa que los enfrente a un fracaso, a una enfermedad grave o a una pérdida.
Esas
experiencias son las que suelen despertar la capacidad de disfrute una vez que
se ha superado el trance difícil, cuando se ha tomado conciencia que todos
estamos de paso y que la vida no es para siempre.
El
hombre funciona mejor bajo presión, que es cuando puede ampliar su perspectiva y ver más las oportunidades y las soluciones que los problemas.
El
dolor es el mejor maestro en la vida, porque nos enseña a vivir mejor, a
conocer más nuestro potencial, a entregarnos al amor y al placer, a liberarnos
del temor para poder llegar a ser quienes realmente somos.
El
mayor disfrute es sentirse útil, ayudar a alguien, elaborar un proyecto, verle
sentido a cualquier actividad que emprendamos con ganas, aún la más sencilla; no se reduce a descansar tendido
en una playa del Caribe saboreando un jugo de fruta..
Muchos
no logran desconectarse de sus rutinas laborales ni siquiera en sus vacaciones, entonces, buscan
pretextos para estar de mal humor o para discutir, menos para darse la
oportunidad de disfrutar.
No
se trata de qué es lo que hay que hacer para disfrutar el afuera, sino de ver el disfrute en todo lo que se hace.
Malena
Lede – Psicóloga
Fuente:
“Disfrutar”; Ignacio Trujillo.
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