El Miedo a una relación de pareja estable - Psicología Malena Lede





Todos querríamos ser jóvenes siempre, por eso nos aferramos a la juventud con uñas y dientes.  Ninguno desea madurar ni crecer y menos envejecer, entonces mantenemos la ilusión de eternidad evitando los cambios. Los jóvenes no quieren madurar, los adultos no se quieren casar y los ancianos no se quieren jubilar.

Sin embargo, es la edad la que hace tomar conciencia de que hay que cambiar, porque no es lo mismo tener veinte que treinta o cuarenta años y porque el tiempo no se detiene y los años no permiten repetir viejas historias.

Cada década nos señala una nueva etapa y el hecho de aceptarlo y actuar en consecuencia es un buen signo de madurez.

Casarse y formar una familia no es obligatorio,  de modo que algunos pueden decidir tener relaciones ocasionales sin comprometerse seriamente con nadie y vivir solos,  y eso está bien.  Pero por alguna razón todavía hoy, la mayoría de la gente se casa o vive en pareja, tiene hijos  y forma una familia.

Tener una propia familia es una condición que muchos anhelan pero que no todos logran, a veces por  temor al compromiso que representa, a madurar, a tener que abandonar antiguos hábitos de solteros, a reconocer el paso del tiempo y dejar de ser jóvenes para aceptar ser adultos.

El miedo a la vejez parece haberse acentuado hoy en día, seguramente porque la vejez se ha desacreditado por no ser tan redituable.  La jubilación disminuye los ingresos y es verdad que son pocos los que les dan trabajo a los viejos.  Además, en la era del culto al cuerpo no se tolera a quienes se atreven a no cumplir los stándares obligatorios de cómo hay que ser para pertenecer.  Por eso, inútilmente se niega la propia vejez como si se tratara de una enfermedad contra la cual se lucha y se desea estar inmunizado.

La vejez se asocia con el sufrimiento y la muerte, pero el sufrimiento es parte de la vida misma no importa la edad que uno tenga y es el dolor el que nos permite conocer la alegría;  además quién sabe qué es la muerte y por qué pensar que es algo malo cuando tal vez sea lo mejor de esta vida, el final feliz de la propia historia, la vida verdadera donde no existen los opuestos y todo es perfecto.

Tal vez la intuición de esa perfección es la que nos hace idealizar a la pareja,  pero en este mundo, esa idea nunca se cristaliza porque es sólo una idea que no tiene nada que ver con esta realidad que dista mucho de ser perfecta.  Por eso la convivencia se hace difícil cuando se tiene la expectativa de que la vida en común va a ser un jardín de rosas.

La vida en común no es fácil,tampoco puede ser fácil para muchos quedarse solos ni es agradable estar cambiando de pareja a cada rato, pero ¡qué es fácil en esta vida?

Tener un hijo tampoco es fácil pero es una experiencia que todos deberían tener, no sólo por el hecho de cumplir con una función biológica sino para tener la oportunidad de construir una familia, vivir el amor filial, dejar de Ser para uno y aprender a Ser para otro. 

Es innegable que todos alguna vez desean tener su propio hogar, alguien a quien amar e hijos a quienes cuidar. Claro que este deseo puede ser inconsciente y manifestarse de distintas formas como por ejemplo  envidiando a los amigos que se casan y a las familias que forman.

Pero es cierto que el casado pueda desear en algún momento ser soltero y que el soltero, desee estar casado,  el primero tal vez por añorar una vida de libertinaje y el soltero por estar harto de la su superficial y vacía.

A pesar de que en esta época los divorcios y las separaciones se multiplican todavía hay muchas parejas que llegan a cumplir las bodas de oro, que se conocieron siendo jóvenes, que fueron capaces de superar todo y pudieron dejar atrás las discusiones y los egoísmos y  convertirse en dos personas que ya no piensan tanto en sí mismas sino mucho más en el otro.

Malena Lede - Psicóloga