La soledad y la depresión en la vejez - Psicología Malena Lede




Antes que nada hay que saber que casi siempre estamos solos aunque estemos acompañados; solos con nosotros mismos, con nuestros miedos, con nuestras inquietudes, con nuestras expectativas, nuestras dolencias y nuestras frustraciones.  Porque los demás no pueden vivir dentro de nosotros, piensan desde afuera y califican las cosas desde sus experiencias de otro modo.

No se puede eludir asumir la edad porque desde que nacemos, día a día estamos envejeciendo.
La edad avanzada es lo que llega a convencer a la gente que no es eterna y que algún día, si tiene la suerte de seguir viviendo será vieja.

Jung afirmaba que la vejez es la edad de la cultura, tiempo para comenzar a pensar en sí mismo, para alejarse de las obligaciones acostumbradas,  para tener licencia para hacer por fin lo que se quiere.

¿Pero qué pasa cuando una persona de esta sociedad deja de ser productivo? Muchos piensan que se vuelve prescindible, pasado de moda, inútil, torpe y aburrido, sin embargo, hoy en día es la etapa de la vida más larga que permite hacer cosas diferentes sin pensar en su beneficio económico, entre ellas el necesario viaje interior y el descubrimiento de sí mismo.

Muchos se pasan la vida ahorrando dinero para la vejez en su afán de controlarlo todo y cuando llegan a viejos no encuentran en qué gastarlo porque sus gustos han cambiado y disfrutan más de las cosas que no tienen precio, como estar con la familia, disfrutar de una tarde de verano, de una noche de Luna llena o de una puesta de Sol.

El descanso que tanto se merecen los mayores no consiste en quedarse sentado o acostado para mirar el techo y no hacer nada, significa tener la posibilidad de ser dueño del propio tiempo para hacer lo que les agrada, todo aquello que no pudieron hacer cuando eran jóvenes y tenían más responsabilidades.

Hemos aprendido a tener miedo de todo, miedo de tomar decisiones, miedo de asumir riesgos, miedo a la enfermedad, miedo de enfrentar situaciones difíciles o miedo a la soledad y a la muerte.  El miedo nos paraliza y nos lleva a tomar previsiones innecesarias.

El miedo nos acompaña en todo momento de la vida a todos lados siendo en esta etapa la emoción negativa más inútil porque si hay algo que no podemos evitar es el paso del tiempo.

Cuando se envejece se adquiere el hábito de ir a la farmacia sin escuchar qué es lo que está queriendo decir el cuerpo con sus dolores y sus enfermedades; porque es el cuerpo el que envía los mensajes más elocuentes de lo que hay que hacer para curarse.

Mejor que tomar medicamentos es esperar para ver cómo se las arregla el cuerpo para recobrar el equilibrio y prestar atención a qué es lo que están haciendo en sus vidas para perder la salud.

A veces sólo se trata de cambiar actitudes, hacer una dieta, modificar el orden de las prioridades o atreverse a hacer el cambio de rumbo necesario.

De cada uno de nosotros depende la actitud que adoptemos ante el paso de los años.  Podemos decidir ir al médico y hacernos un chequeo a cada rato, someternos a cirugías estéticas, atiborrarnos de nutrientes y complejos vitamínicos y monopolizar las conversaciones contando las operaciones y los tratamientos.  Pero también podemos desarrollar nuestro potencial intacto y descubrirlo en el silencio de la soledad que es la única forma de encontrarlo.

Hay viejos jóvenes y jóvenes viejos, es más una cuestión de actitud que producto de la decadencia propia de los años, lo demuestran personas que parecen no tener edad, que son las que siempre pueden seguir aprendiendo y adaptándose a todo.  

Malena Lede - Psicóloga