Antidepresivos




En los Estados Unidos el porcentaje de gente que toma antidepresivos es alarmante: una de cada once personas adultas los utiliza, cifra muy superior a los casos de depresión que sufre su población.



En Alemania se vendieron en los últimos cuatro años cuatro millones ochocientas mil recetas de estos medicamentos.



El hecho de que los laboratorios hayan disminuido los efectos colaterales de estas drogas, provocó un aumento de su consumo que actualmente se ha extendido también a la población sana, quienes los adoptan con el objetivo de lograr mejorar el estado de ánimo y sentirse más eufóricos.



En realidad, no existen pruebas científicas contundentes que confirmen que estas drogas producen este efecto en personas sanas.



Al respecto en la Universidad de Oxford, en 2004, se realizó una investigación con tres grupos de voluntarios sanos que recibieron dos de ellos dos tipos diferentes de antidepresivos durante siete días, mientras al tercero le administraban un placebo. Al finalizar el experimento los tres grupos de voluntarios no evidenciaron ninguna diferencia.



Sin embargo, durante la prueba, se les mostró fotos de rostros con distintas expresiones y se les hicieron leer distintos textos. Los que tomaron antidepresivos reconocieron mejor los rostros que expresaban emociones positivas que las que mostraban emociones negativas y además recordaron con más fidelidad los contenidos positivos de los textos.



No obstante, no se considera adecuado que la población sana tome antidepresivos como estilo de vida; porque aún poseen efectos secundarios, como las nauseas y la impotencia que resultan más significativos que los escasos efectos positivos que pueden provocar.



El hombre siempre tuvo que enfrentar sus problemas existenciales, algunas mujeres sufren algunos trastornos durante su período menstrual, otros son tímidos o padecen de obesidad. El antidepresivo es un recurso estéril que no conduce a la solución de los problemas. Sirve acaso para postergar decisiones y no asumir responsabilidades, pero no ayuda a salir a flote frente a un conflicto.



Las campañas publicitarias también pueden haber incentivado el abuso de estas drogas, además de la facilidad con que los médicos hacen una receta en situaciones de una morbilidad fronteriza, que son los casos que están en el límite ambiguo entre la enfermedad y la salud.



Se ignora aún el potencial adictivo que pueden tener estas drogas cuando la persona se habitúa a tomarlas en forma regular para poder enfrentar los desafíos cotidianos, ya que todavía no existen datos sobre las posibles consecuencias tanto psicológicas como orgánicas.



Fuente: Mente y Cerebro, Investigación y Ciencia, Dopaje cerebral, Mathias Berger y Claus Normann, No.40/2010